7 Junio, 2011 Fuente : www.elparadiario14.cl, por Robinson Esparza
Con la mente en Orlando Zapata y Bobby Sands veo a los huelguistas en un callejón sin salida, no ven una solución, tampoco pueden desistir sin pagar el costo. Llegará el día 100 y quizás sea demasiado tarde.
Orlando Zapata, Obrero albañil, de seguro no te suena, pero si digo disidente cubano fallecido luego de 85 días de Huelga de hambre, recordarás ese 23 de febrero que le costó la vida a los 42 años en un hospital de La Habana.
Zapata, en prisión desde 2003 fue condenado a 25 años y seis meses de prisión por los espurios cargos de “Desacato, desorden público y resistencia”.
Menos días resistió el irlandés Bobby Sands miembro del IRA y Parlamentario electo en prisión que no pudo ejercer porque falleció el 5 de mayo de 1981 tras 66 días de huelga.
Ambas muertes se dieron en contextos de dura represión (Raúl Castro en Cuba y Margaret Thatcher en UK que si bien era una democracia, reprimió con dureza a la insurgencia irlandesa ) Ambas muertes pusieron los ojos del mundo sobre esos regímenes y los marcaron con una impronta de muerte. Ambas sin embargo, no lograron cambios relevantes.
Jonathan Huillical, Jose Huenuche, Ramón LLanquileo y Héctor Llaitul , cuatro presos políticos mapuches en huelga de hambre parecen estar decididos con mas de 80 días, pero el tiempo se les acaba.
Hace unos días, la potencial salida a esta huelga, la sexta de presos políticos mapuche en democracia, se desvaneció luego de que la Corte Suprema no anulara el juicio que los condena. El máximo tribunal optó por una decisión “salomónica” pero poco eficiente en este caso, haciendo un guiño a los huelguistas, pero sin tocar el fondo del asunto: la legitimidad del uso de la Ley 18.314 conocida como Ley Antiterrorista, para sustentar estas condenas.
El poder judicial pudiendo haber hecho un gesto potente que devolviera a la política un conflicto que es esencialmente político, prefirió la tibieza que tanto le agrada.
Me ha tocado por diversas circunstancias seguir y en algunos casos colaborar a la búsqueda de soluciones en anteriores huelgas de hambre de presos políticos mapuche. En este caso, en particular estoy lejos, pero mas asustado que otras veces. Comparto el fondo del reclamo mapuche y no quiero que ningún preso muera en vano.
Sin embargo, creo que el recurso “huelga” y los mecanismos que activaba ya no están funcionando, se agotó, de un lado y de otro, ya no sirve. Para los mapuche prisioneros solo ha sido un largo ejercicio de “embolinar la perdiz” por parte del Estado. En 2006 la huelga protagonizada por Juan Huenulao, los hermanos Marileo y
Patricia Troncoso (La Chepa) finalizó comprometiendo una modificación de la Ley Antiterrorista que nunca se hizo efectiva.
De ahí en adelante las huelgas, solo han servido para posicionar la causa mapuche, pero han sido en extremo ineficaces para provocar cambios.
Los parlamentarios y el Gobierno de la Concertación prometieron cambios y quizá algunos de sus miembros los quisieron genuinamente, pero nunca pusieron la voluntad política necesaria para hacerlos.
El gran logro de las huelgas mapuche anteriores fue la visibilidad, esta huelga sin embargo, no ha logrado romper el cerco mediático que la condenó a un segundo plano donde la lenta agonía de los huelguistas está lejos del eje de la preocupaciones de la ciudadanía. Hidroaysén y el cordón del Caulle contribuyen a encubrirla.
Un gobierno de derecha, con dificultades para escuchar, incluso a su propio sector, parece ser el interlocutor menos adecuado y sensible que han enfrentado los comuneros. La caída en las encuestas y la complicada situación de gobernabilidad interna que enfrenta hacen que su agenda este ya copada de problemas.
Los huelguistas se han quedado solos. La Iglesia ha cumplido su tradicional rol articulador, pero con menos fuerza que antes, mas golpeada también con sus problemas propios. Salvo un par de parlamentarios y un pequeño sector que ha estado siempre con la causa mapuche, no hay nadie mas, ni siquiera los estudiantes, inmersos en sus propias movilizaciones.
Desde esta perspectiva, los comuneros están en un callejón sin salida, no ven una solución, tampoco pueden desistir sin pagar el costo: desacreditar la huelga como mecanismo de presión y desprestigiarse como los líderes mas radicales del movimiento. Por lo demás, el escenario de cumplir las extensas condenas no se ve demasiado atractivo como para aferrarse a la vida.
Hoy no hay nadie negociando, el encargado actual de llevar la política indígena, el ministro Kast asume como debutante sin experiencia en estas lides, pero no parece preocupado, mas bien busca otros focos para abordar el tema, luego de una curiosa y nada fructífera participación de Sebastian Donoso como cerebro y Cristian Larroulet como referente político de una estrategia gubernamental impulsando procesos con escasa legitimidad y al margen de los tiempos políticos del mundo mapuche, sin entender, que si llega a fallecer uno de los huelguistas, la situación retrocederá profundamente.
La maás duro de todo, es que llegará el día 100 y muchos de nosotros estaremos con el alma en un hilo pidiendo por una solución sin muertes, y quizá entonces sea demasiado tarde.
Pero mas triste aun es que si uno de ellos muere, habrá protestas, movilizaciones, todo lo que debimos hacer antes, se hará después, pero no cambiará nada. Será responsabilidad de quienes ahora y antes, nada hicieron para resolver el asunto y que por el contrario llevaron esta situación al infame y estéril laberinto en que hoy está.
Ojalá esté muy equivocado.
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